miércoles, 22 de octubre de 2008

Se bajo del tren


¿Donde buscar respuestas cuando las imágenes de lo inexplicable son capaces de dibujar por sí solas una realidad tan cruel como justa?

Hasta éste sábado, en la mochila de virtudes y falencias de este equipo velezano se podía colocar, por un lado, la irregularidad, la falta de gol, los errores groseros y los actos infantiles; y por el otro, el intento de ser protagonistas, la garra, la búsqueda de buen juego y la aparición de referentes. Hoy, la cosa es distinta porque se sumó un elemento nefasto para el orgullo de un hincha: Vélez mostró que, si se lo propone, puede ser un equipo “pecho frío”.

La imagen consecuente, y demagoga, luego de esa derrota –no me van a venir con que se cuenta como empate- fue la de los unos y los otros adjudicándose las culpas como un trofeo que los limpia de toda responsabilidad de lo que pasó. Algo así como pretender que por decir “fue mi culpa” se pudiera rezar una serie de “Padres Nuestro” y continuar como si nada hubiera ocurrido.

Vergüenza es la palabra que hoy pinta de cuerpo entero al equipo de Tocalli, que es el mismo que el de Montoya, Uglesich, Somoza, Zapata y todos los que salen a la cancha representando a la “Ve” azulada.
Tampoco, y más allá de ser el que está a cargo y con responsabilidad superior, Tocalli es el responsable mayor. Culpable lo señala el índice acusador. ¿Pero es el único?

¿Por qué pasó esto?
Como primera medida, hay que decir que así como de mitad de cancha hacia adelante el juego fue bueno; del medio hacia atrás fue paupérrimo.
No es la primera, ni va a ser la última vez que a un equipo que gana 3 a 0 le empatan. Sin embargo, tal vez sea la única en la que el rival que consigue la hazaña solo necesite llegar tres veces al arco contrario, jugando a media máquina, y empatar con la misma fórmula.

Nombre por nombre, hay que decir que lo de Montoya fue espantoso: error en el primer gol dando un despeje corto para que su figura volando saliera bien en la foto y después verla pasar en los otros dos goles.
Uglesich, por su parte, volvió a ser Uglesich. Cero en todo. No marcó, no despejó, no se supo ubicar para tomar las marcas… en suma, no jugó.
Tobio pegó más de lo que jugó. Con todo lo que significaban para Vélez las pelotas paradas en contra.
Por su parte Papa y Gastón Díaz no solo no se pudieron sumar al juego de ataque, sino que tampoco marcaron.
En el medio, Somoza solo fue un pelotazo en el palo y después solo se lo vio tratar de hacer pisaditas en la mitad de la cancha y perder algunas pelotas. Zapata, por su parte, hizo el tercer gol y se recostó en esos laureles.

Por su parte, el resto del equipo –al que no le cabe una responsabilidad menor que a la de los jugadores mencionados- cometió la herejía de violar una de las máximas del gran profeta paraguayo José Luis Félix: “nunca debes contar los pollitos antes de que nazcan”. El 3 a 0 es una diferencia enorme, pero ningún resultado es definitivo hasta que el árbitro pita el final del encuentro.

Diez estaciones antes del final del recorrido, Vélez se arrojó del tren que llevaba a los candidatos a la estación del campeonato. No lo tiraron, no le dijeron que debía bajarse. Se bajó por sus propios “méritos”.

Los hinchas, o al menos la gran mayoría, siempre están los que se comen el verso del justificativo fácil, sabíamos que este Velez viajaba con un boleto picado o que el tramo que había comprado en este viaje era de mitad de camino.
Esos mismos hinchas que hoy tenemos una tristeza profunda por este nuevo desengaño nos sentiríamos algo estúpidos pidiéndole resultados a este plantel. Por eso, a partir de ahora debemos conformarnos –por lo menos hasta diciembre- con que no nos hagan sentir humillados como el pasado sábado en el Viaducto, pero claro aún queda ir a la casa de Racing, Boca y Newell’s.

Por: Jonatan Nakache

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