jueves, 24 de junio de 2010

Si, alegres.

Durante estos días de mundial uno ve como tal vez ya haya sucedido, el funcionamiento de la ensamblada maquinaria publicitaria y como psicológicamente la gente se predispone con esta situación.

Las calles se vacían, no pasa ni un auto diría mi tía, cuando juega la selección. Después del título en México 86, esto comenzó a darse con mayor porcentaje. Claro más aún si sucede cada 4 años y la eventualidad también ayuda. Todos unidos por la misma camiseta, como si todos fuéramos del mismo club y allí los medios dirigen a gusto. Ellos saben largamente como es y, más allá de los horarios de los partidos, marcan nuestra agenda como lo hacen con otros temas.
Como dijo el sociólogo Pablo Alabarces, “nos venden tanto espacio dedicado al evento, que los argentinos compramos patria y comemos futbol”. Tal vez exagerado pero con obvias razones. En épocas donde el individualismo profesado en los 90 hizo mella en nuestra sociedad, hablar de patria no es tener un termo y el mate y estar envuelto en la bandera alentando en un partido de futbol por TV.
Todo es triunfalismo antes de comenzar y ni hablar cuando comenzado el campeonato se van dando los resultados. Ya hasta hubo algunos festejos en el obelisco. Somos así y no está mal.
Esa euforia desmedida, esa calificación exagerada hacia el equipo es tan futbolera como cuando lo vivimos a nivel local cuando gana o pierde Velez, por ejemplo.
Pero no debemos olvidarnos que hablamos de futbol y todo lo inesperado que este deporte acarrea.
La pregunta es: somos nosotros los exagerados o es el hincha de todas partes, porque comprobado está que fanáticos hay en todos lados.
No faltan los analistas que ya están tirando el costado del jugo que se le pueda sacar a una buena faena del seleccionado, el usufructo político que pueda hacer el gobierno, si llegara a la final y ni pensar si logra el título. Pero esos existirán siempre.
Los humores del pueblo son los que son, generados por eventos que lo llevan a manifestarse con alegría y esperanza, o en algún caso con la bronca, cuando nos quieren cercenar algún derecho o cuando le tocan el bolso a algunos, recordemos que los cacerolazos no fueron en Caraza, fueron en otros lados.
A estos humores vale la pena sumarle aquellos hechos que nos dan cierta alegría, como el dictamen de la corte suprema que falla a favor de la sociedad en definitiva, porque los monopolios si hay algo que logran es sumar poder e importarle muy poco la gente, y ese fallo da lugar a la aplicación y vigencia de la ley de medios. La TV digital que genera el estado, que pese a quien le pese, no tiene punto de cuestionamiento.
Que el Bicentenario se haya festejado en paz y con una millonada de gente increíble en las calles. Son asuntos que nos hacen creer y cambiar el humor. Hasta se han calmado esas expresiones contra Diego Maradona, el que era una vergüenza que dirigiera la selección.
Por ello laburando día a día, ganando el mango, para aquellos que tienen trabajo, cuestionando lo que no nos parece bien, resistiendo lo malo y a los malos, nunca aguantando, resistiendo y reclamando, lo mucho que falta por hacer.
Claro que podemos tener euforia, como nos vamos a reprimir alegrarnos.
No faltan los que ven todo negro, siempre hay alguno y ven hasta la selección jugando mal. Una cuestión es ver algún error, subsanable por cierto, y otra diferente es no reconocer el rendimiento general. Claro a Toti Pasman (si asi se escribe y sino da igual) le van a dedicar muchos cantitos.
El derecho que tenemos como hinchas a estar ilusionados en más que legítimo. Que no nos importe, porque esconder nuestra alegría, que no sobran, debemos disfrutarlo y como dice Charly García la alegría no es solo brasilera.

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